Durante el siglo XIX, con el desarrollo de las industrias siderúrgica y metalúrgica, el auge del hierro y el acero como materiales para la construcción y otros fines desestabilizó el uso tradicional que se venía haciendo de la madera en España, reduciendo su demanda local y excluyendo a este noble material, histórica y culturalmente ligado al progreso humano, de las transformaciones económicas y sociales que estaban por venir en nuestro país.

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El uso de madera estructural en la construcción puede ofrecer una oportunidad de silvicultura que garantice la conservación de los bosques, ofrezca productos naturales y renovables y fije población rural en las poblaciones de montaña.

La selvicultura asociada a la explotación maderera, origen de la mayoría de técnicas de gestión forestal desarrolladas para entonces, languideció hasta quedar defenestrada por una nueva visión misantrópica de la naturaleza, que ha ido excluyendo el manejo del monte ibérico y su aprovechamiento en amplias áreas presuntamente protegidas y cuyos efectos perniciosos (por déficit de gestión) estamos padeciendo en la actualidad en forma de grandes incendiosausencia de producciones forestales y despoblación rural.

Sin embargo, casi transcurrido el primer cuarto del siglo XXI, desde el sector de la construcción -singularmente, la construcción industrializada- se están operando cambios, probablemente como consecuencia de las lecciones aprendidas en las últimas crisis pero, sobre todo, a instancias de las nuevas tendencias normativas a nivel europeo, que vuelven a situar la madera en un lugar protagonista de una de nuestras principales actividades económicas.

Granada, que lleva deslumbrando al mundo casi ocho siglos con los artesonados de madera de su palacio real nazarí, la Alhambra, se erige ahora en el epicentro de un movimiento social, económico y ambiental sin precedentes en nuestra historia forestal reciente, por las repercusiones que los nuevos usos de la madera tendrán en la manera de mirar el monte, cuya necesidad de manejo es imperiosa y debe contemplar los requisitos de la industria como un elemento motor de cambio, a mejor, en la indispensable nueva selvicultura.

Desde la universidad granadina se ha puesto el foco en las necesidades de productos estructurales laminados. El pino laricio o salgareño (Pinus nigra Arnold), presente en los bosques del nordeste de Andalucía, reúne las mejores cualidades tecnológicas y goza de gran prestigio entre los arquitectos europeos para la fabricación de vigas para la construcción, como las empleadas en la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla o la catedral de Jaén. Su principal inconveniente, el exceso de peso, se ha minorizado mediante la adición de láminas de chopo, de tradicional cultivo en la Vega de Granada, de manera que se obtiene un elemento estructural laminado mixto, que mejora el reparto de cargas no solo en las estructuras que conforma, sino en el mismo monte, diversificando la demanda de madera entre ambas especies.

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Pieza estructural laminada diseñada para el proyecto, con hormigón y el soporte de madera, compuesto por flancos de pino salgareño con el corazón de chopo para reducir peso.

Esto es solo el comienzo de una serie de matrimonios forestales que en el futuro podrían contribuir a la fabricación de piezas mixtas entre eucalipto y chopo, como se viene haciendo ya en Galicia alcanzando elevadas cotizaciones en el mercado europeo; y el empleo de otras especies como el pino negral (Pinus pinaster Aiton), silvestre (Pinus sylvestris L.) o el castaño (Castanea sativa Miller), que alcanza el mayor valor añadido.

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Más de siete siglos llevan los artesonados de madera de La Alhambra asombrando al mundo

Volviendo a la Alhambra, en la actualidad, los trabajos de rehabilitación de sus estructuras se están llevando a cabo gracias al empleo de madera de pino procedente del norte de España e incluso de otros países europeos, como Austria. Sin embargo, en la restauración tras el incendio de la malograda catedral de Notre Dame, nuestros vecinos franceses emplean madera de roble de un bosque en las afueras de París. ¿Necesitamos mejor ejemplo para la evidente y necesaria reflexión?

Expuesto lo anterior, resta tomar una perspectiva sensata. La secular ausencia de selvicultura adecuada a los requerimientos de madera de calidad en Andalucía, sumada a las particulares características de los montes andaluces y a la falta de formación y tradición en los planes de estudio de la arquitectura académica, sugieren la conveniencia de incorporar su madera a estos nuevos mercados de forma progresiva, para lo cual se ha ideado un oportuno maridaje con el material de construcción por excelencia en las últimas décadas, el hormigón, que pasaría a emplearse en volúmenes menores, promoviendo así una verdadera bioeconomía que, además, reduciría la biomasa disponible en el monte cuyo destino actual, a falta de mejor industria, es la combustión durante los grandes incendios forestales que asolan nuestra región.

Próximamente, primero en la Sierra de Cazorla, después en el Valle del Genal, como ya se ha hecho en tierra de Siles y se hará en otras comarcas forestales de Andalucía, tendremos ocasión de debatir sobre el estado de situación de los bosques maderables andaluces y esta gran oportunidad que nos brinda el sector de la construcción sostenible.

Pero no todo es debate y se espera que pronto vea la luz una fábrica de productos laminados de madera (IberoLam), consecuencia de la investigación universitaria y empresa (spin-off), imprescindible para añadir valor a las maderas andaluzas, especialmente de las provincias de Granada y Jaén, reduciendo la huella de carbono en las industrias asociadas de la región.

Se espera que pronto vea la luz una fábrica de productos laminados de madera (IberoLam), consecuencia de la investigación universitaria y empresa (spin-off), imprescindible para añadir valor a las maderas andaluzas, especialmente de las provincias de Granada y Jaén, reduciendo la huella de carbono en las industrias asociadas de la región.

En Andalucía anda gestándose una oportunidad histórica, social y económica, en relación a los nuevos usos de la madera en la industria, que puede y debe sumar a la selvicultura como su mejor aliada en el manejo del monte, verdadero “kilómetro cero” de un proceso que se sustenta sobre la base de la conservación de sus recursos naturales renovables. El sector forestal andaluz puede y debe liderar el cambio cultural y político que requiere este momento histórico: es hora ya de decidir si queremos estar en la locomotora, con los mejores de Europa, o en el vagón de cola, como hasta ahora. Es el momento de gritar ¡más madera! y darlo todo, por el futuro de los montes andaluces y su gente.