El objetivo de la campaña “El Rastro/Rostro de la tierra” es: visibilizar y poner en valor la importancia del trabajo de los propietari@s forestales en áreas como la generación de empleo y fijación de población en zonas rurales; la lucha contra incendios y desertificación, la labor de los bosques como sumideros de CO2 en la lucha contra el cambio climático, la protección de la biodiversidad y los acuíferos, etc.Desde COSE te invitamos a conocer y compartir sus testimonios.

ROSTRO

Historia de personas y bosques

RASTRO

Grandes ideas que dejan huella

Campaña enmarcada en las actividades desarrolladas por el Grupo Operativo Prominifun

El control del fuego representa un punto de inflexión en la evolución humana. El fuego se convirtió en fuente de luz y calor, mejoró nuestra salud y nutrición y permitió el desarrollo de nuevas técnicas de caza y defensa frente a los depredadores. Gracias al fuego dejamos de ser nómadas, nos establecimos, inventamos herramientas que favorecieron el desarrollo de la agricultura, la técnica, la ciencia, la cultura… y la sociedad se desarrolló.

El fuego se puede y se sabe controlar. Pero para ello es prioritario recuperar la cultura forestal del manejo del fuego porque como bien saben los propietarios forestales “los fuegos se apagan en invierno”. Necesitamos una nueva cultura del fuego que sustituya conceptualmente la “extinción sistemática de los incendios” por la “gestión del fuego”.

Cambiemos el foco, conocemos las causas que producen incendios y sabemos dónde está la solución: en la prevención.

España es el tercer país del mundo donde más ha aumentado la superficie forestal durante la pasada década. Sin embargo, la inversión en prevención de incendios forestales se ha reducido un 50% en los últimos 10 años de forma generalizada.

¿Entonces quién cuida de los bosques? En la actualidad esa tarea recae, mayoritariamente, en los propietarios forestales privados. Mujeres y hombres que muchas veces luchan solos, que invierten su tiempo, dinero y esfuerzo en conservar un territorio que han recibido de sus padres asumiendo el compromiso de dejarlo en mejores condiciones que las recibidas. Un territorio que forma parte de nuestra riqueza inmaterial. Y por eso en esta lucha tenemos que estar todos.

El gestor forestal debe estar amparado en su labor. Hay que dedicar recursos y medidas incentivadoras a la gestión para que los bosques sean menos vulnerables. Tenemos que evitar que España ostente el triste récord de ser el segundo país del Mediterráneo con más hectáreas calcinadas (alrededor de 100.000 al año).

El control del fuego representa un punto de inflexión en la evolución humana. El fuego se convirtió en fuente de luz y calor, mejoró nuestra salud y nutrición y permitió el desarrollo de nuevas técnicas de caza y defensa frente a los depredadores. Gracias al fuego dejamos de ser nómadas, nos establecimos, inventamos herramientas que favorecieron el desarrollo de la agricultura, la técnica, la ciencia, la cultura… y la sociedad se desarrolló.

El fuego se puede y se sabe controlar. Pero para ello es prioritario recuperar la cultura forestal del manejo del fuego porque como bien saben los propietarios forestales “los fuegos se apagan en invierno”. Necesitamos una nueva cultura del fuego que sustituya conceptualmente la “extinción sistemática de los incendios” por la “gestión del fuego”.

Cambiemos el foco, conocemos las causas que producen incendios y sabemos dónde está la solución: en la prevención.

España es el tercer país del mundo donde más ha aumentado la superficie forestal durante la pasada década. Sin embargo, la inversión en prevención de incendios forestales se ha reducido un 50% en los últimos 10 años de forma generalizada.

¿Entonces quién cuida de los bosques? En la actualidad esa tarea recae, mayoritariamente, en los propietarios forestales privados. Mujeres y hombres que muchas veces luchan solos, que invierten su tiempo, dinero y esfuerzo en conservar un territorio que han recibido de sus padres asumiendo el compromiso de dejarlo en mejores condiciones que las recibidas. Un territorio que forma parte de nuestra riqueza inmaterial. Y por eso en esta lucha tenemos que estar todos.

El gestor forestal debe estar amparado en su labor. Hay que dedicar recursos y medidas incentivadoras a la gestión para que los bosques sean menos vulnerables. Tenemos que evitar que España ostente el triste récord de ser el segundo país del Mediterráneo con más hectáreas calcinadas (alrededor de 100.000 al año).

Cerca del 55% de la superficie total de España es de carácter forestal pero hoy en día la población activa ocupada en actividades relacionadas con el sector forestal está en torno al 5,8%.

En la actualidad uno de los mayores impedimentos para el desarrollo rural es la falta de oportunidades de trabajo atractivo y bien remunerado que sirva para la fijación de la población y proporcionen una buena calidad de vida, además de una serie de servicios fundamentales para cubrir las necesidades básicas de la población.

El empleo en el medio forestal contribuye a potenciar el modelo de la bioeconomía. Pero los propietarios forestales saben que para que este modelo sea una realidad es necesario gestionar el monte; y para eso hay que trabajarlo en condiciones que supongan un atractivo para el trabajador, el inversor y el propietario. Invertir en nuestros montes, mediante la creación de puestos de trabajo relacionados con el sector forestal, supondría una reducción permanente de entre un 4% a un 11% sobre el paro agrario, disminuiría el riesgo estructural de incendios, mejoraría las condiciones de vegetación de las masas forestales y su capacidad para soportar episodios adversos climáticos y potenciales ataques de plagas.

Un bosque cuidado incrementa su capacidad de absorción de CO2 atmosférico en plazos medios y largos, y genera productos forestales que potencian la actividad económica de las zonas rurales. Por cada millón de euros invertido en el medio forestal, pueden crearse, entre 15 y 30 empleos en trabajos típicamente forestales (tratamientos selvícolas, repoblaciones, mantenimiento de cortafuegos y áreas cortafuegos, etc.).

Pero, además, un bosque cuidado y gestionado, es parte del paisaje. El gran recurso intangible del entorno rural y principal atractivo para el turismo rural, una actividad que permite complementar las rentas y diversificar la economía de muchas familias en el ámbito rural.

Los bosques influyen decisivamente en la cantidad de agua disponible.

Los árboles se encargan de recoger el agua cuando llueve y regulan su flujo ralentizando la escorrentía. El suelo boscoso, a diferencia del terreno yermo, permite la infiltración del agua que llena los acuíferos de agua limpia y sana. Los árboles son los grandes activos del ciclo del agua. Con su traspiración aumentan los niveles de humedad en el aire lo que favorece el que llueva o nieve. En promedio, el 40% de las precipitaciones sobre la tierra se origina a partir de la evapotranspiración -nombre dado a este proceso-

Los bosques también nutren, fijan y protegen el suelo. Con sus raíces, estabilizan las laderas y colinas para evitar desprendimientos o corrimientos de tierras y las hojas de los árboles y la cubierta vegetal que se acumula en el suelo amortiguan el impacto de las lluvias. Además, la presencia de árboles en las riberas de los ríos estabiliza los márgenes y contiene posibles inundaciones.

En la actualidad existe un consenso científico, casi generalizado, en torno a la idea de que nuestro modo de producción y consumo energético está generando una alteración climática global, que provocará, a su vez, serios impactos tanto sobre la tierra como sobre los sistemas socioeconómicos.

El cambio climático nos afecta a todos. El impacto potencial es enorme, con predicciones de falta de agua potable, grandes cambios en las condiciones para la producción de alimentos y un aumento en los índices de mortalidad debido a inundaciones, tormentas, sequías y olas de calor.

La gestión sostenible de los bosques es una de las soluciones más rentables e inmediatas para frenar el cambio climático, ya que los árboles eliminan grandes cantidades de carbono de la atmósfera a medida que crecen. Por otro lado, los bosques y los árboles son importantes sumideros de carbono. Absorben el dióxido de carbono de la atmósfera y lo almacenan como carbono. Además, los bosques pueden producir materias primas que almacenan carbono durante su periodo de vida útil y que contribuyen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero cuando se usan como material o fuente de energía alternativa a otros que generan mayores emisiones.

La biodiversidad es un concepto que alude a la cantidad, la variedad y la variabilidad de organismos vivos que se encuentran en un entorno. Incluye a todo tipo de seres vivos, desde las bacterias más simples a los organismos más complejos como son los animales y las plantas.

Los bosques sirven de refugio y alimento para cerca del 80% de las especies de seres vivos, siendo uno de los ecosistemas que mayor biodiversidad albergan, de ahí la importancia de su conservación. Además, los bosques que presentan mayores niveles de biodiversidad desarrollan más funciones, todas ellas con gran utilidad a nivel global. La biodiversidad (el conjunto de ecosistemas creados por seres vivos) regulan el clima, mantienen la fertilidad de los suelos, purifican el agua, polinizan los cultivos, absorben ingentes cantidades de carbono y son el origen de muchas materias primas que después usa la industria y que constituyen la base de nuestro bienestar.

Según la ONU la pérdida de la biodiversidad se ha acelerado de forma sensible en los últimos cuarenta años, provocando que haya un millón de especies en peligro de extinción. Puesto que los organismos vivos interactúan en ecosistemas dinámicos, la desaparición de una especie tiene un impacto de gran alcance en el resto generando desequilibrios en las cadenas tróficas. Esto provoca la aparición de plagas que generan la destrucción de áreas vegetales muy extensas, y el aumento del riesgo de transmisión de enfermedades provenientes de animales que infectan a humanos (enfermedades zoonóticas).

La Estrategia de Biodiversidad de la UE, publicada en mayo de 2020, reconoce el papel multifuncional de los bosques y de los ecosistemas forestales para el logro de las políticas y objetivos de conservación de la naturaleza y biodiversidad de la UE, para la mitigación y adaptación climática, así como para la salud y el bienestar de todos los ciudadanos, y para el desarrollo socioeconómico a largo plazo de Europa. Los bosques constituyen un elemento esencial para la protección del medio ambiente, la conservación de la biodiversidad, el mantenimiento de los servicios ecosistémicos y el desarrollo social y económico, con especial incidencia en las zonas rurales.